“Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buena”* . Así reza una canción popular en Latinoamérica que despide el año viejo. En mi caso, cumplo un año en Madrid, con sus altas y bajas pero sobretodo con mucho aprendizaje que no se olvida
Salí de Venezuela un 21 de enero de 2017 y siendo cursi, con las maletas llena de ilusiones. Irse a otro país, es un reto por no decir más. Formo parte de las estadísticas, de mas de cuatro millones de venezolanos que han emigrado por la mala situación que se vive allá. Creo, y estoy seguro, que muy pocas personas ven con agrado salir de su país natal para comenzar de cero. Y es así, comenzar de cero.
Después de un viaje de 8 horas con turbulencia incluida, aterrizamos en Barajas. Antes del aterrizaje, el piloto informa sobre el clima, que está aproximadamente a 2º. ¿Cuándo en Venezuela hemos tenido esa temperatura? Pues nunca, lo mínimo que hemos tenido es 15º que yo recuerde. Bueno, el piloto diciendo eso y mi mente va a la maleta donde están los calentadores que me hizo mi mamá para el frío. Es allí que te das cuenta del porqué hay que hacerle caso a la madre: “acuérdate de ponerte los pantalones que te hice”. Bueno, a soportar el frío, hay que “ahombrarse”.
Ya en Barajas y siguiendo las instrucciones de los muchos foros de inmigrantes en Facebook, procedo ir a inmigración. Por ser ciudadano español (gracias a mi padre) solo me piden el pasaporte comunitario. Lo chequean y con el acento español del guardia “graziaz, bienvenido” te das cuenta que comienza una aventura y no sabes cuando va a terminar. En ese shock inicial y mientras esperas las maletas, empiezan las preguntas ¿Y ahora para donde voy? Google, el mejor aliado junto con el wifi del aeropuerto, me sirve de ayuda. Una de las preguntas es ¿Cómo se llama, eso que no es hotel, pero tampoco pensión, para poder ir? Piensa, piensa….ahhhh hostal. ‘Hostales baratos en Madrid’, le digo a Google y busca. Mientras veo precios y planificando cuanto días voy a estar, pienso en cuanto voy a pagar el taxi. Me viene a la mente Caracas, que las carreras (viajes) de taxi son de acuerdo a lugar donde vayas y la hora. ¿Será lo mismo aquí? Más preguntas… olvídate de eso, hay taxímetro. Estas en Europa.
Después de pagar 30€ al taxista con el dolor de mi alma, ya que llevaba poco dinero, entro al hostal con las maletas ‘llenas de ilusión’ que pesaban mucho. Después de tres días en ese hostal y sin poder conseguir habitación para alquilar, me voy a otro hostal más barato. En este dormía con 5 personas más. Experiencia horrible. Todos ellos italianos, estaban de turismo. Entraban a las 2:00 am con bulla, borrachos, encendía la luz, llevaban mujeres. Pensaba: «esto forma parte del proceso de inmigración» (en posición fetal bajo las sábanas)
Al pasar los días, se hacia muy difícil conseguir alquilar habitación. Para ahorrar dinero, iba a comedores sociales. Hacía mi cola para entrar a comer. Lo irónico, salgo del país por colas y llego a uno haciendo cola para comer. Las personas en la fila para comer eran de diferentes nacionalidades. En uno de esos días haciendo cola, la mirada se me pierde en el vacío, pensando en lo que dejé en Venezuela. Un rumano pensó que lo estaba viendo a él y la andanada de insultos fue brutal. Sin poder decir nada ya que ni sé si pertenece a un grupo de delincuentes y me picaban en pedacitos. Así de trágico son los pensamientos de uno.
Después de 8 días, logro alquilar una habitación en un barrio de Madrid. La búsqueda de empleo se hace pesada. España viene de una crisis económica y el mercado laboral está deprimido. Sin embargo, no perdía la esperanza de conseguir un trabajo. No digo buen trabajo, porque es demasiado exigente para alguien que estaba llegando, pero si pude conseguir. No obstante, el sueldo era muy poco y decido renunciar a los tres meses para hacer algo por mi cuenta. Fue muy duro ya que tomé esa decisión entrando el verano y Madrid es muerto para esos meses. Entregaba tarjetas de los servicios que presto y nada que me llamaban. Envíaba curriculum por Internet y nada. Daba clases particulares de informática y lo poco que hacía era para pagar el alquiler de la habitación y el abono de transporte. Era desesperante.
Fui a la oficina de una trabajadora social (TS) con previa cita, para ver si me podían ayudar de una forma ya que no tenía ingresos. Esta es fue la conversación:
TS: – El problema para ayudarte es que eres español.
Yo: -¿Esto es en serio?
TS: – Sí, lo es.
Yo: (manos en la cara) dígame que esto no es en serio
TS: – Sí, lo es. No podemos ayudarte. Te puedo dar un tríptico para que en caso que te echen de la habitación, vayas a un albergue. Pero allí no guardan las maletas. También es verano, así que dormir en una plaza no supone que pases frío. Imaginaros que te haya sucedido en invierno…
Yo: ¿De verdad me está diciendo esto? O sea que si yo fuera un inmigrante marroquí o africano, ¿Me darían la ayuda?
TS: Es muy probable que si
Yo: (mi primera palabra en el argot español) Flipo con lo que me dice.
Obviamente salí muy desilusionado, llorando como un niño y meditando que tener la nacionalidad española no es tan ventajosa. En uno de los comedores sociales, había un cartel que decía: “Te ayudamos a regresar a tu país”. Vaya… pensé en obtener esa ayuda, pero devolverme supondría un fracaso en todos los sentidos.
En esos momentos, fue cuando conocí a dos ONG como ECSY y Acción Contra el Hambre que ayudan a buscar empleos. Tuve la dicha de conocer a personas muy buenas que me ayudaron en ese aspecto. Aunque eran trabajos temporales, pude salir de atolladeros para pagar el alquiler de la habitación y enviar dinero a Venezuela.
Hay muchas cosas que contar, pero me quedo con el aprendizaje:
Humildad. Es necesario tenerla, vas a vivir cosas que nunca has vivido, que debes tolerar y entender para poder aguantar.
Saber escuchar. No siempre vas a tener la razón, escucha a quienes tienen mas experiencia y acepta el consejo.
Llorar. Es parte fundamental. Uno se va a sentir frustrado, la nostalgia te va a invadir y llorar drena esa tristeza. Hasta te da fuerza para seguir adelante.
Adaptarse. A la tierra que fuere haz lo que viere. No llegar con la mentalidad que en ‘mi país lo hacemos así y es lo mejor’. Relacionarse con los originarios del país de destino te ayuda a entender su cultura, su forma de ser y que sus modismos no son chocantes.
Ser amigable. Una de las cosas que mas me costó. Yo siempre he dicho que si tengo cuatro amigos, ¿para qué necesito más? Es un cambio de chip que hay que hacer. Cuando se es amigable, conoce a personas muy buenas que te ayudan y hace que el proceso de inmigración sea un poco más fácil.
Soledad. Vas a convivir con ello y es muy complicado si estás acostumbrado al ambiente familiar. Sin embargo, sí piensas constantemente en el porqué te has ido, en la meta fijada y eres amigable, no es que lo superes, pero podrás valorar lo que has dejado y la soledad será mas llevadera. El asunto es que no te acostumbre a la soledad.
Agradecimiento. Siempre, pero siempre hay que ser agradecido. Por lo que tenemos, por lo que nos dan, por lo que dejamos de tener ya que entenderás que las cosas suceden por algo.
En fin, es una montaña rusa de emociones encontradas en tan solo un año que espero seguir recopilando experiencias para contarlas.
* Si no conoces la canción que hago mención al principio, aquí hay un vídeo.
Muy bueno tu resumen de un año en españa, no dejes de escribir lo haces muy bien.